Cuando piensas en Oviedo, probablemente te viene a la mente la ciudad, su casco histórico, su catedral o su vida cultural. Pero hay otro Oviedo que merece ser descubierto: un conjunto de parroquias rurales que rodean la capital y conservan intacta la esencia más auténtica de Asturias.
En pocos kilómetros, el paisaje cambia. El asfalto se convierte en caminos, las fachadas urbanas dejan paso a hórreos centenarios, y el ritmo acelerado de la ciudad se disuelve entre prados verdes, bosques de castaños y pequeños pueblos donde la vida aún conserva su sabor tradicional.
Cada parroquia tiene su carácter, su paisaje y sus costumbres. Algunas miran al monte Naranco; otras, al río Nora o al Trubia. Algunas celebran fiestas centenarias; otras, mantienen tradiciones ganaderas, agrícolas o artesanas que forman parte del alma asturiana.
Porque más allá de la ciudad, Oviedo es campo, historia, identidad y naturaleza.